Posted in:

Opinión: Te invito a que desconfíes

En el preciso momento en que se escriben estas líneas, hay grandes conglomerados mediáticos y grupos de poder políticos, económicos y sociales que están decidiendo qué es noticia y qué no lo es.

Decía Nietzsche que los seres humanos “se mueven, entre otros factores, por la voluntad de poder”, una frase que hace referencia a este ente que orquesta y mueve los hilos de la sociedad, una entidad que tiene la capacidad de ejercer un dominio hegemónico sobre nosotros, influirnos y convertirse en autoridad. Bajo esta perspectiva, el periodismo es una buena herramienta, ¿no es verdad?

Los grandes discursos, las puestas en escena, los espectáculos mediáticos y, en definitiva, toda la información que consumimos diariamente gira en torno al discurso orquestado del poder. Sus brazos convierten al periodismo en un ejercicio lúdico, una profesión que busca más el divertir a los ciudadanos que formarlos críticamente. Un poder que actúa de juez, jurado y verdugo a la hora de guiar el destino de bancos y otras instituciones económicas. En muchas ocasiones se recurre a la metáfora de la mano invisible para expresar la capacidad autorreguladora del libre mercado, pero, ¿y si ese ente intangible no es otra cosa más que el talento de las grandes estructuras de poder para mantener a la economía bajo control? ¿Cómo hemos llegado a esto?

Sin lugar a dudas, la sociedad debe conocer el contexto en el que está para actuar de una forma que la haga más libre, en otras palabras, como Ortega y Gasset mencionó una vez, “Yo soy yo y mis circunstancias”. Antes de actuar críticamente contra el poder son necesarios tanto conocimiento como entender de qué forma nos relacionamos con nuestro entorno, ambiente y relaciones. Lo que vemos diariamente en la televisión, en la radio, en internet y en otros medios sirven, en última estancia, para reflexionar acerca de cómo el poder impregna cada uno de los rincones de nuestra vida. Dentro de esa vida, somos los periodistas quienes debemos elegir si permanecer firmes ante los cantos de sirena del sistema -prometiendo éxito y fortuna pese a renunciar a los valores éticos y morales del periodismo – o bien resistir de forma estoica y colocar a la profesión de nuevo en su puesto como custodio de la democracia. En este sentido existe un claro contraste: o blanco o negro. De hecho, Umberto Eco ya hacía referencia a ello en Apocalípticos e Integrados, una clara reflexión acerca de si se está cercano a la estructura de poder o se está contra ella. Pese a que no tenga la suficiente fuerza desde esta página para cambiar las cosas, este periodista se conforma con saber que estas líneas han servido para abrirle a usted la mente.

Una mente crítica alejada de convencionalismos es realmente necesaria. El poder está ahí, es totalmente real y quiere que las cosas permanezcan tal y como están. Sin desafíos. Una cita de Kevin Spacey, alias el político despiadado Frank Underwood en la serie House of Cards construye una reflexión muy interesante sobre el poder: “El dinero es la gran mansión en Saratosa que empieza a desmoronarse después de diez años. Poder es el viejo edificio de piedra que se mantiene durante siglos”.

Para terminar permítanme un símil entre cirujanos y periodistas para lanzar una interesante pregunta de cara al futuro y en relación con las estructuras de poder. “¿Cuál es el tumor con metástasis que tenemos en el mundo? ¿Podemos curarlo? Un sincero reto que, lejos de permitir que cunda el desánimo aliente, tanto a periodistas como a lectores/as como usted, a pensar por sí mismos. Libres.